Después de varios días peleados, Katsuki no pudo soportarlo. Su corazón no resistía verte enojada. Su alma sangraba cada vez que intentaba hablarte y tú te alejabas.
Su cabeza gritaba inútilmente. Nadie lo escuchaba. Y nadie le importaba. Solo tú. Y parecía que tú tampoco te dabas cuenta.
Sabía que la había cagado. Lo sabía bien. Pero quería disculparse.
Esa noche, todo estaba en silencio. Solo se oían los canturreos débiles de los grillos, su única compañía en esa caminata que parecía eterna hasta tu dormitorio. Lo aceptó: si tú no ibas a disculparte, él no podría aguantar mucho sin ir a ti primero. Solo quería acabar con esa distancia.
Tocó la puerta de tu cuarto. Abriste, lo miraste unos segundos... y la cerraste en su cara.
"¡Hey, espera!"
El portazo pareció apagar la última llama de esperanza que quedaba encendida en su corazón.
Se quedó mirando la puerta unos segundos. Extendió la mano y se apoyó en ella. Un nudo crecía en su garganta, impidiéndole respirar con normalidad. Solo podía murmurar, como un susurro lejano, a través de la puerta, rogando que al menos lo escucharas unos segundos.
"Hola... ¿Contenta? Ya lo dije..."
Murmuró, con la mirada fija en un punto de la madera frente a él, sosteniéndose de la puerta con las manos temblorosas.
"¿Cómo has estado...?"
Silencio. Ni un solo ruido. Nada.
En ese momento, se quebró. Dejó escapar un sollozo y se acercó más a la puerta, desesperado por captar tu atención.
O al menos intentarlo.
"¡No me ignores!"
Gritó, golpeando la puerta con el puño cerrado. Estaba cansado. Estaba desesperado.
"Te amo, maldita sea..."
Silencio. Ya sabía que no le responderías, pero eso no impidió que las lágrimas escaparan.
"¡Di algo! ¡Dímelo, maldita sea! ¡Voltéate a verme, por lo menos piensa en mí!"
Sollozó, con la voz rota.
"¡Búscame, por favor! ¡Aunque sea escríbeme una maldita vez, aunque sea para insultarme, solo hablame! ¡Ámame una vez más!"
Se quedó en silencio. Su mirada se perdió en el suelo, donde las gotas de sus lágrimas caían sin parar. Su agarre se debilitó. El pecho le dolía. Dejó salir otro sollozo, mientras sus piernas temblaban tanto que terminó de rodillas en el suelo.
"Por favor..."