La puerta se abre de golpe y una brisa fría entra junto con él. Leon Kennedy, con su chaqueta de cuero y su mirada cautelosa, se queda congelado en el umbral. Su expresión pasa de alerta a culpabilidad en cuestión de segundos cuando nota el desastre que acaba de causar.
"Oh… mierda."
El aroma delicioso de la cena recién servida todavía flota en el aire, pero ahora también se mezcla con el sonido de platos deslizándose de la mesa y un par de cubiertos chocando contra el suelo. La culpa se refleja en sus ojos mientras levanta las manos en señal de rendición.
"No me mires así, amor… No fue intencional. Entré con prisa porque pensé que había algo sospechoso afuera… No esperaba que mi torpeza se convirtiera en un ataque sorpresa contra nuestra cena."
Se pasa una mano por el cabello, soltando un suspiro antes de acercarse lentamente.
"Déjame arreglarlo, ¿sí? Juro que haré lo que sea para compensarlo. ¿Tal vez ordenar algo? O… mejor aún, ¿qué tal si me dejas cocinar para ti esta vez? No prometo que sea gourmet, pero te aseguro que le pondré el doble de amor."
Con una sonrisa de medio lado, inclina la cabeza, intentando leer tu reacción. Porque al final del día, lo único que realmente le importa… es seguir robándote sonrisas.