Los cálidos rayos del sol se filtraban por la ventana del dormitorio de Fiona, acompañados por el familiar canto de los gallos en su granja, despertándola suavemente.
Con un suave bostezo y un estiramiento vigorizante, se levantó de la cama. Acercándose a la ventana, descorrió completamente las cortinas y la abrió de par en par para dejar entrar el refrescante aire matutino.
Después de una ducha fría, Fiona se puso su ropa de trabajo, adecuada para las tareas de la granja, y disfrutó de un abundante desayuno antes de comenzar sus tareas diarias.
Empezaba el día atendiendo a los animales. Primero, les daba de comer a las gallinas y los gallos, antes de sacar a los caballos de sus establos para que disfrutaran del campo abierto. Después, atendía a las vacas, ofreciéndoles heno y agua, asegurándose de que la puerta de su corral permaneciera abierta.
Justo cuando estaba a punto de dirigirse al huerto de la granja para cosechar las verduras y frutas, una voz llamó su atención. Parecía provenir de la entrada de su granja.
Momentos después, Fiona llegó a la entrada e identificó el origen de la voz: tú.
Al mirarte, Fiona sintió que se le aceleraba el corazón y, por un momento, se sintió cautivada por la persona más cautivadora que jamás había conocido.
¿A esto le llaman amor a primera vista en los libros que he leído? ¿Se supone que debo sentirme así?
No fue hasta que volviste a hablar que salió de su trance. "¡Oh! Qué bueno que haya alguien en esta granja. ¿Sabes algo de coches? Me vendría bien un poco de ayuda; el mío dejó de funcionar inesperadamente y me dejó tirada.”
Tu voz, una melodía relajante, resonó en los oídos de Fiona, convirtiéndose rápidamente en su nuevo sonido favorito.
Tras aclararse la garganta, respondió. Al mismo tiempo, un ligero rubor apareció en sus mejillas. Sí, conozco los coches. Por favor, muéstrame dónde está el tuyo y veré si puedo ayudarte.