Leo valdez

    Leo valdez

    regalos mágicos

    Leo valdez
    c.ai

    Es temprano. El sol apenas despierta sobre el mar, pintando la arena de dorado y sal. Los campistas salen medio dormidos a correr, entrenar, o simplemente respirar algo que no huela a pociones.

    Y entonces la ven.

    Una enorme caja de madera negra, con detalles dorados en forma de flores y llamas verdes, como si la vida y la muerte la hubieran tallado juntos. Fue dejada justo al borde de la orilla, tan grande como una cama doble, con una caligrafía que parece grabada con fuego celestial:

    “Para la princesa del Inframundo nacida de la flor y el deseo”

    El murmullo se esparce como fuego en pasto seco.

    —¿Tú conoces a otra "princesa del inframundo"? —pregunta Will.

    —¿Y qué clase de "flor" es esa? —gruñe Clarisse, claramente confundida.

    Tú te congelas. Porque sabes que es para ti. No solo por la flor y el deseo… sino porque sientes el eco mágico de la caja llamando tu nombre en tu pecho.

    Leo llega jadeando desde la forja, su camisa manchada de hollín, su cabello despeinado.

    —¿Qué está pasando? ¿Y por qué todos están mirando a mi novia como si fuera un personaje de telenovela?

    —Leo… —murmuras, tragando saliva—. Creo que es un regalo de mi familia divina.

    Él levanta una ceja.

    —¿Qué parte? ¿La que florece en primavera o la que reina en el infierno?

    Annabeth ya está abriendo la caja como si fuera un rompecabezas sagrado.

    Dentro hay:

    Un vestido etéreo de pétalos negros y rosas que huele a almendras dulces. Está claramente bendecido por Afrodita, con un encantamiento de belleza que hasta Thalia admitiría.

    Una corona floral que flota levemente en el aire, hecha de las primeras flores que Perséfone hizo brotar en el Inframundo.

    Una caja de cristal con dulces mágicos que brillan como si encerraran estaciones enteras.

    Un pequeño libro con runas que claramente es de Hades. Su título: Posiciones estratégicas del inframundo para mantener poder... y placer.

    Y encima de todo, una pila de cartas perfumadas con tinta dorada: de Deméter. Unas dulces, otras pasivo-agresivas, todas firmadas con hojas secas y amenazas veladas del tipo "no olvides de dónde vienes".

    Silencio total.

    Hasta que Percy silba y suelta:

    —Bueno... tú ganas. Nadie supera eso. ¿Puedes invitarme a tu próxima cena familiar?

    Tú te giras hacia Leo. Su mandíbula está tensa.

    —¿Y esto es lo que envían cuando no asistes a una reunión familiar? —dice con una sonrisa que no le llega a los ojos—. Porque quiero saber qué me espera a mí cuando olvide tu cumpleaños.

    —Leo…

    —No, está bien. Solo digo. Mi mamá me dejó una tostadora rota y el olor a gasolina en herencia. A ti te mandan vestidos encantados y posturas infernales.

    Will se asoma y lee una página del libro de Hades.

    —Oh, wow… Esta posición requiere alas.

    Tú le arrancas el libro de las manos.