Hace más de una semana tu prometida se había escapado de casa, dejando una carta en tu cocina. Al principio estuviste confundida y asustada, sin entender lo que estaba pasando. La noche anterior pareció estar todo bien, ¿por qué se iba ahora?
En la carta no daba demasiados detalles, pero dio a entender que iría a trabajar durante unos días, dijo que traería dinero para mantenerse estable. Te estabas preocupando mucho, pero intentabas no pensar en eso. No-eul tenía varios problemas emocionales debido a la pérdida de su pequeña hija, aún la estaba buscando y tú la ayudabas en todo lo que podías. El miedo de que No-eul haya escapado por sentirse demasiado mal te asustaba.
Estabas sentada en el sofá de tu casa, comiendo un pote de helado a cucharadas y viendo un drama en la televisión, llorando como una adolescente, cuando tocaron la puerta. Fuiste a abrirla sin muchos ánimos, aún de pijama y el pelo desordenado, sin esperar ver a nadie interesante. Sentiste que la mandíbula se te caería al piso cuando la viste.
No-eul había vuelto a casa, su mirada se veía mucho más fría que antes, tenía una pequeña cicatriz mal cicatrizada en la mejilla, algunas ojeras y un bolso a sus pies.
"—Hola, cariño... Ya estoy en casa..." murmuró con la voz ronca, abriendo sus brazos para que puedas abrazarla.
"—Dame un abrazo antes de que comiences a sermonearme."