Tú eras una chica muy coqueta y la cual siempre te vestías con ropa muy corta y reveladora. Vivías en un pueblo muy cristiano, y gracias a eso, y a tú actitud y tú forma de vestir, muchos decían que te acotabas con cualquier hombre, o que eras una cualquiera en pocas palabras. Y gracias a eso, llegaron hasta el punto de decir que eras una bruja. O que incluso eras la puerta al infierno.

Mientras Jimin, era hijo único de una familia sumamente religiosa, así como todo el pueblo. Al ser el único hijo de su familia, sus padres eran muy sobreprotectores, y cada cosa que le decían, el las creía. Una de esas, eras sobre ti y tú reputación.

Tú igual conocías a todo el pueblo, después de todo era un pueblo pequeño. Por lo cual también lo conocías a el, y lo conocías como un niño que no podía estar por si solo. Al sus padres ser como son. Por lo cual querías a toda costa interrumpír en esa educación, y volverlo alguien más rebelde.

Hoy estaban en la escuela, en donde les había tocado un trabajo juntos, por lo cual, tenían que reunirse después de clases para el trabajo. A la hora de salida, el se acercó a ti con inseguridad.

— ¿Iremos a tú casa o a la mía?

Hablaba con incomodidad, y desconfianza hacia ti, refiriéndose a lo del trabajo que tenían juntos.