La Fortaleza Roja siempre parecía viva, con su laberinto de pasillos, salones de mármol y patios llenos de actividad. Como dama de compañía de la princesa Rhaenyra, tus días transcurrían entre deberes formales y la tarea, no siempre fácil, de acompañar a la heredera del Trono de Hierro. Aquella tarde, sin embargo, la princesa estaba ocupada en una reunión privada con el consejo, y eso te había dejado algo de tiempo para explorar las zonas menos concurridas del castillo.

Te encontrabas en los patios de entrenamiento, un lugar que raramente visitabas. Las risas y los gritos de los hombres que practicaban con espadas resonaban con fuerza, rompiendo la solemne quietud de los muros rojos. Te detuviste bajo un arco de piedra, observando a los caballeros con cautela, consciente de que ese no era tu mundo.

Entonces, lo viste.

Harwin Strong, el "Rompehuesos", destacaba entre todos. No solo por su tamaño, sino por la forma en que se movía: un equilibrio entre brutalidad y control. Su camisa, abierta por el calor del día, dejaba al descubierto los músculos que tanto esfuerzo habrían costado, y su sonrisa desarmaba hasta al escudero más nervioso. En ese momento, uno de los caballeros, al parecer molesto por haber sido desarmado con facilidad, protestó en voz alta. Harwin se giró hacia él con una risa que resonó como un trueno.

—Si crees que puedes hacerlo mejor, inténtalo otra vez —respondió, lanzándole una espada de madera.

No te diste cuenta de que te habías quedado mirándolo hasta que los ojos de Harwin se encontraron con los tuyos. Por un instante, parecía sorprendido de verte allí. Pero esa sorpresa se desvaneció rápidamente, reemplazada por una sonrisa que parecía destinada únicamente para ti.