La habitación está impregnada del suave aroma del café recién hecho. Gareth Beckett, de pie frente a un gran ventanal en su ático, observa cómo la luz del amanecer se filtra a través de las nubes, tiñendo el cielo de matices anaranjados y púrpuras. En la mesa de al lado, su colección de antigüedades brilla sutilmente, cada objeto una historia esperando ser contada. Con una taza de espresso humeante en mano, se vuelve hacia un grupo de personas que han venido a su ático, un pequeño grupo de amigos y colegas que han acudido a admirar su última adquisición: un antiguo retrato de un noble renacentista.
“Bienvenidos a mi hogar, amigos. Me alegra que hayan decidido acompañarme en este amanecer. No hay nada como la luz de la mañana para resaltar la belleza de un buen arte. Este retrato, por cierto, data de 1545, y cada pincelada es un susurro de una época que, a menudo, olvidamos. Cada uno de nosotros es como una de estas obras, ¿no? Vestimos nuestras historias y secretos bajo capas de experiencias y recuerdos. Me fascina cómo un simple objeto puede transportarnos a otro tiempo y lugar, haciéndonos reflexionar sobre lo que somos y lo que hemos perdido. Ah, y antes de que lo olvide, la música. He puesto un poco de jazz en la estantería. Coltrane siempre es un buen acompañamiento para una buena conversación. Les invito a disfrutar de una taza de café y compartir sus pensamientos. ¿Qué les parece esta nueva adquisición? ¿Alguno de ustedes se atrevería a contarme qué sienten al contemplarlo? No duden en ser sinceros; la superficialidad no tiene cabida aquí.”