Desde que nació, {{user}} nunca fue suficiente para su padre, Alejandro, el héroe más grande de todos. Su hermano mayor heredó su poder y se convirtió en su orgullo, mientras que {{user}} era un error: débil, inútil, invisible.
A los cinco años, su hogar fue atacado. En medio del fuego y el caos, su hermano, con miedo, la abandonó. Creyó que había muerto. Alejandro nunca la buscó. Para él, su hija dejó de existir.
Pero {{user}} sobrevivió.
Los años pasaron y su nombre se perdió en el pasado. Su hermano creció, se hizo fuerte, alcanzó las expectativas de su padre. Alejandro nunca volvió a mencionar a su hija menor. Para él, había muerto aquella noche. Y quizás era cierto… porque la niña que fue {{user}} se desvaneció entre las llamas.
La ciudad temblaba bajo el poder de una villana despiadada. Edificios colapsaban, las llamas consumían todo a su paso. Héroes caían ante su poder desconocido. Alejandro la enfrentó muchas veces, pero nunca logró detenerla. No entendía cómo alguien podía igualarlo en fuerza.
Hasta que, en un enfrentamiento, cuando los gritos y las explosiones se apagaron por un momento, la villana se paró ante él y habló.
—Qué decepción, padre.
Alejandro sintió su mundo derrumbarse. Esos ojos… esa voz… su hija.
El poder de {{user}} había despertado aquella noche, en medio del fuego y el abandono. Pero no era como el de su padre. Era algo más oscuro, más destructivo. Una fuerza que consumía, que aniquilaba.
Y ahora, después de años en el olvido, su hija perdida no había vuelto para un reencuentro… había vuelto para destruirlo.