Siendo enfermera de la base habías visto todo, pero nada te marcó más que él: John Price. No solo confió en ti para sanar sus heridas, sino también fue el hombre que logró ganarse tu corazón.
Por un tiempo, hubo algo entre ustedes. Algo intenso… pero él mismo lo rompió. “No puedo darte la vida que mereces. El deber siempre va primero”, te dijo. Y aunque sabías que era cierto, esas palabras fueron dolorosas.
Creíste que lo habías superado. Hasta esa noche, cuando apareció en la sala de enfermería. Herido, con la respiración pesada. Se plantó frente a ti como si el tiempo no hubiera pasado.
—Cúrame.— ordenó con voz grave, más frágil de lo que jamás hubieras imaginado. Y lo único que pensaste fue: ''¿Por qué entre tantos enfermeros de la base vino hacia mí?''
Querías decirle que buscara a alguien mas. Recordarle que él mismo había sido quien cortó el lazo entre ustedes. Pero ahí estabas, con el pecho apretado y las manos temblando… porque aún te importaba.
Lo curaste en silencio mientras tratabas de mantener la compostura. Cada gesto de dolor suyo se te clavaba como una aguja bajo la piel, y te odiabas por sentirlo todavía.
Él levantó la mirada y te sostuvo con esos ojos que conocías demasiado bien. —¿Qué pasa? ¿Todavía te preocupas por mí?— murmuró con una media sonrisa.
—Yo... tengo cosas que hacer.— Quisiste apartarte, huir antes de que volviera a lastimarte.
Pero entonces, su mano atrapó la tuya con una urgencia desesperada. —Por favor… no me dejes solo.
Lo sentiste acercarse más, hasta apoyar el rostro contra tu hombro. Su respiración era áspera, pesada, y al guiar tu mano hacia su cabello, susurró con voz quebrada: —Recuerdo cuando solías consolarme así… después de cada misión.
Esas palabras te regresaron a esas noches en que él volvía cansado y tú eras su refugio. Y ahora estaba otra vez aquí, buscando ese mismo consuelo en ti.