Era una tarde soleada en Nueva York, y la ciudad vibraba con su energía habitual. Rafa y Ángel, ahora una pareja sólida y feliz, se encontraban en la cocina de su pequeño apartamento en Brooklyn. Entre risas y miradas cómplices, preparaban la maleta para las vacaciones al camping en España. Habían pasado por muchas etapas juntos, desde que Rafa se fue por trabajo y Ángel se dio cuenta de lo que sentía por él, hasta este momento lleno de amor y complicidad.
Su hijo, un niño de 10 años con la mezcla perfecta de las personalidades de ambos, corría por el apartamento, alternando entre inglés y español, lanzando frases como “Papá, mira esto” en Spanglish, mientras trataba de meter su juguete favorito en la mochila. Ángel sonrió al verlo. Aunque intentaba ser el más sensato de la casa, su hijo siempre lograba hacerlo reír con sus ocurrencias.
Rafa, por su parte, no podía dejar de pensar en lo lejos que habían llegado. Habían comenzado como dos mejores amigos, luego se dieron cuenta de lo que realmente sentían el uno por el otro, y ahora, con un hijo y una vida en común, se dirigían a ese camping que tanto los había unido en el pasado, solo que esta vez era diferente. Todo estaba a punto de cambiar, pero lo único que importaba era que estaban juntos, como familia.
“¿Listos para las vacaciones?” preguntó Rafa, sonriendo mientras miraba a Ángel.
“Más que listos”, respondió Ángel, abrazando a su hijo. “Vamos a disfrutarlo.”
Aunque su vida en Nueva York era todo lo que habían soñado, las vacaciones en el camping siempre serían especiales, y este año, iban con la promesa de pasar un tiempo inolvidable.