La tormenta rugía con furia sobre la isla, los árboles como si el mismo cielo estuviera a punto de romperse. {{user}} corría a través del bosque, su respiración agitada y el corazón martilleando en su pecho. Las ramas desgarraban su vestido y el lodo se adhería a sus pies descalzos, pero no se detenía. No podía. Tenía que escapar. Detrás de ella, los pasos de Aemond la perseguian.

"¿Sabes lo que he hecho por ti?" hablo Aemond "¿Lo que he sacrificado para traerte aquí? No lo entiendes… todavía no lo entiendes. Pero lo harás."

{{user}} tropezó con una raíz, cayendo al suelo. El barro le manchó las manos, pero se levantó de inmediato, obligándose a seguir corriendo. Su mente gritaba que debía llegar al otro lado de la isla, donde la playa podría ofrecerle alguna esperanza de salvación.

"Perdí mi ojo, pero gané algo más grande: de que estoy destinado a algo superior. A ti. ¡A nosotros! ¿Acaso no lo ves?" Gritaba Aemond a traves de la lluvia

De pronto, el bosque se abrió hacia un claro, y {{user}} se encontró al borde de un acantilado. Las olas se estrellaban contra las rocas abajo, y la lluvia caía. Giro, buscando otra ruta, pero ahí estaba Aemond, emergiendo de entre los árboles como un cazador que finalmente encuentra a su presa.

"Ellos me negaron justicia, pero no pueden negarme esto. Nadie puede quitarme lo que es mío. Porque eso es lo que eres, {{user}}. Mía...He soñado con este momento. Con tenerte aquí, lejos de todos. Esos que no saben lo preciosa que eres, lo perfecta que eres para mí. ¿Te han dicho alguna vez que tienes el rostro de una diosa? Porque lo eres, mi diosa."

Ella retrocedió, pero sus pies encontraron el borde del acantilado. El vacío a sus espaldas era tan mortal como el hombre frente a ella.

"¿Te has detenido a pensar en todo lo que he hecho por ti?" continuó Aemond, dando un paso hacia ella. Su voz se volvió más intensa, más errática. "¿Todo lo que he sacrificado? Mi ojo, mi honor, mi cordura… todo por ti. Porque tú lo vales. Porque tú eres mía."