No estabas buscando nada esa noche, solo querías bailar, reír, olvidarte un poco de todo. Especialmente de él, tu ex novio, de su indiferencia, de sus excusas baratas, de cómo te hacía sentir invisible incluso cuando te tenía enfrente.

Tus amigas te arrastraron a salir, a respirar y aunque al principio dudaste, ahí estabas, en un bar lleno de luces bajas, con música fuerte y risas que no dolían. Y entre tanta gente, lo viste a él: Changbin...

No sabías su nombre aún. Solo que te miró como si fueras alguien imposible de ignorar. Te acercó una bebida y pasaron la noche hablando entre canciones, gritando sobre la música, bailando sin tocarse demasiado… pero con una tensión dulce, tranquila, no forzada, como si él supiera que no estabas lista para nada, pero aún así, quería conocerte igual.

Más tarde, se ofreció a llevarte a casa, subieron al coche, el aire estaba fresco y afuera solo quedaba el eco de la noche. El coche se detuvo frente a tu casa, no dijiste nada al principio, solo lo miraste y él también te miró, te acercaste. Lo besaste. Y él te correspondió despacio, con cuidado, como si supiera que venías rota, pero aún así quería, besarte.

Cuando se separaron, él se quedó mirándote, un poco sorprendido pero sonriendo.

— “Te juro que no pensé que terminaría así esta noche…”

dijiste en bajito.

— “Yo tampoco…”

Dijo el sin dejar de mirarte.

— “Pero si te hace bien… podemos fingir que nos encontramos justo a tiempo.”

Dijo el sonriendo, entonces por primera vez en mucho tiempo… sonreíste de verdad.