Hyunjin siempre estuvo contigo desde que eras una niña. Tu madre confió en él desde el principio. Cuando tú tenías 12 y él 15, se convirtió en tu cuidador silencioso. No por obligación, sino porque quería hacerlo. Tu madre decía que nadie te cuidaba como él, y el resto de la gente lo decía también. Había algo en Hyunjin que daba paz.
Era amable, respetuoso, atento. Te cargaba la mochila, te esperaba en la puerta, hablaba con los mayores con educación, acariciaba a los gatos de la calle como si fueran de cristal. La gente confiaba en él. Incluso los más duros del barrio bajaban la voz cuando Hyunjin pasaba cerca.
Pero había algo dentro de él que ni siquiera él mismo entendía. Una parte más oscura. Una chispa violenta, enterrada. Una furia que dormía, pero que si se despertaba… no era fácil detenerla.
Ahora tú tienes 16. Y él, 19. Tu madre trabaja de noche, y sin dudarlo volvió a pedírselo: — "Cuida de ella, por favor."
Y Hyunjin dijo que sí. Claro que sí. Siempre lo haría.
Desde entonces, estás casi siempre con él. A veces en su casa, tirada en su cama, mirando videos. A veces en la tuya, mientras él cocina o riega las plantas como si el mundo fuera tranquilo. Siempre contigo. Nunca con palabras dulces —porque no era de decirlas— pero con gestos que decían más que mil palabras.
Y tú... Tú ya no eras la misma. Antes reías por todo. Hablabas hasta por los codos. Pero desde que entraste a ese nuevo colegio, algo cambió.
Ya no hablabas tanto. Te volvías pequeña cuando te miraban. Tus manos temblaban cuando te decían algo de golpe. Y aunque no se lo dijiste a nadie, dentro de ti lo sabías: no podías más.
Llevabas un mes completo aguantando burlas. Empujones. Palabras crueles. Bullying. Y cada día era más difícil respirar.
Hyunjin no sabía los detalles. Pero él te observaba. Te veía apagarte. Y aunque no te presionaba, una noche, mientras tú fingías dormir bajo su cobija, lo escuchaste desde la ventana, con voz baja y tensa, mientras fumaba:
Hyunjin: "¿Quién te está rompiendo por dentro, eh?"
No te moviste. No dijiste nada. Pero en ese momento, supiste algo: si él llegaba a descubrir quiénes eran… no los dejaría irse tan fácil.