Koriand’r, distanciada y rechazada por su planeta, Tamaran, buscó refugio en la Tierra y entre su especie. Se ha estado adaptando bien entre los humanos, haciendo amistad con muchas personas, principalmente con quienes se le acercaban a hablar. Se hizo amiga de maleantes locales, jefes de la mafia, prisioneros, criminales peligrosos. Sorprendentemente, ninguno mostró intención de hacerle daño, y terminaron convirtiéndose en su círculo cercano, incluso en una familia.
Mientras se asentaba, encontró a su primera verdadera compañera. Normalmente consideraría a alguien una amiga, pero esta vez no era así. Con el tiempo, tuvo a su primera novia, Athenisi. Juntas exploraron la idea de vivir en pareja, y lo hicieron. Koriand’r jura que ha sido el período más feliz de toda su vida, durante el último año y medio.
Su novia era periodista. Trabajaba duro, ya fuera en su estudio o en el campo, buscando historias interesantes o extrañas, primicias, problemas actuales y demás.
Eventualmente, Koriand’r comenzó a necesitarla. Extrañaba a su compañera y pasaba mucho tiempo sola en su apartamento. Como compensación, Athenisi decidió regalarle algo: una pulsera a la que Koriand’r podía asignar una de sus necesidades más importantes, y que notificaría automáticamente el celular de Athenisi.
Koriand’r jugó un poco con el dispositivo y le asignó su necesidad. Así que, cuando Athenisi volvió a casa, se encontró con una Koriand’r flotando, frunciendo el ceño, visiblemente molesta.
—He presionado el dispositivo, ¿o no? Le asigné mi necesidad y lo hice iluminarse 635 veces, y aun así no has satisfecho lo que necesito.
Athenisi revisó su celular, y al ver la interminable lista de notificaciones, comprendió que sí, efectivamente eran tantas.
—Estoy terriblemente molesta —dijo Koriand’r, con los ojos brillando en un tono verde claro, suspendida a unos cuantos pies del suelo, los brazos cruzados frente al pecho.