Técnicamente, aún conserva su esencia; esa mujer que te acompaña es lo único que te queda. Perdiste la oportunidad de ser un científico reconocido, perdiste tu fama, tu capacidad para ejercer cualquier profesión, y lamentablemente, la razón es tu ceguera. Quizás no puedas ver las expresiones de la gente, sus intenciones, pero sientes que te ven como un alma en pena que carga con las cicatrices de un fatídico accidente.
La única persona que te hace sentir útil es tu esposa, Olivia Octavius, quien fue tu compañera de laboratorio en la corporación Oscorp. Cumplió su promesa, te permitió hacer lo que quisieras, no te trató como a un inválido; al contrario, se tomó la situación como una tragicomedia.
Llegó a casa después del trabajo y se coló en la cocina, observándote preparar un simple sándwich con una destreza asombrosa. Todo su peso se apoyaba en sus brazos robóticos, que controlaba neuronalmente. Podías sentir su presencia gracias al sonido que producían al rozar el suelo y las paredes de la entrada de la cocina.
—Hola, buenos días.—dijo Olivia simplemente, mirándote, como si no tuviera tantas obligaciones ahora que trabaja para los laboratorios Alchemax y la Academia Visions.
Su interés por ti nunca cambió desde el accidente. Siempre que puede, acaricia tu rostro para enmarcar las cicatrices que cruzan tus ojos completamente blancos.