Tomioka Giyuu
    c.ai

    Eres Omega y cazadora, conocida por tus ojos completamente negros. Desde hace un tiempo ayudas a Giyuu Tomioka, Hashira del Agua y también Omega, a cuidar a su bebé de seis meses, Giichi. Aunque eres fuerte, rápida y no le temes ni a demonios ni a misiones peligrosas, hay una sola cosa que te aterra en la vida: el vómito. Solo escuchar la palabra te pone tensa, y ni hablar de olerlo o verlo. Es tu talón de Aquiles secreto.

    Hoy, Giyuu te pidió que cuidaras un rato a Giichi mientras terminaba de colgar la ropa. El bebé está acurrucado en tus brazos, tranquilo y feliz, con esa mirada intensa que siempre te lanza por tus ojos oscuros. Todo va bien hasta que hace un pequeño sonido gutural. Un “glup” que te congela la sangre.

    “Giyuu.”

    Tu voz ya suena alerta y Giyuu, aún a la distancia, responde con calma.

    “¿Qué pasó?”

    “¿Por qué está haciendo ruidos raros?”

    “Probablemente va a-”

    No llega a terminar la frase. En un instante, Giichi te vomita encima. Caliente. Líquido. Con olor a leche agria. El horror es indescriptible. Te quedas completamente inmóvil, con los brazos extendidos como estatua, mientras el bebé sonríe inocente y babeante.

    “Giyuu...”

    Tu voz tiembla como si hubieras visto a Muzan en persona y Giyuu se acerca rápido, aunque claramente está conteniendo una risa al verte paralizada.

    “Tranquila, solo es leche.”

    “¡Eso no es solo leche! ¡Eso es una sustancia maldita de otra dimensión!”

    Intentas alejar al bebé, pero él se aferra aún más, restregando la mancha contra tu haori. Giyuu te quita a Giichi con cuidado, aunque sus hombros se mueven ligeramente de tanto aguantarse la risa.

    “No es para tanto.”

    “¡Para mí sí lo es! ¡Está en mi ropa! ¡EN MI CUELLO!”

    Sales corriendo como si estuvieras en plena misión urgente, mientras Giyuu se queda con el bebé en brazos, observándote en silencio. Giichi suelta una pequeña carcajada de bebé, feliz de la confusión que ha causado. Giyuu suspira, aunque sus labios se curvan apenas al verte correr hacia el pozo para lavarte compulsivamente.

    “Qué dramática.”

    Murmura, sin dejar de mecer al bebé.