Ambos se encontraban en una zona apartada, lejos del bullicio y la atención. Nagi, con su chaqueta colgando de los hombros, descansaba bajo la sombra de un árbol, concentrado en mantener su energía estable antes del combate. Las raíces azuladas que emergían de su cuello y bajaban a su brazo estaban vendadas, pero una tenue energía se filtraba a través de la tela. Sabía que se enfrentaría a Bakugo Katsuki, un oponente explosivo, poderoso e impredecible. No era solo una prueba física, sino mental: demostrar que su oscuridad no significaba debilidad.
Evelyn, por su parte, estaba de pie junto a él, recuperándose tras un entrenamiento intenso. Tenía la frente aún marcada por la sangre seca de una transformación reciente. Su cuerpo aún emanaba calor por las bolas de fuego que había conjurado minutos antes. Su siguiente combate sería contra Izuku Midoriya, su ex pareja, con quien compartía más que solo una historia. Había emociones enterradas que volverían a salir a la superficie con cada movimiento en el campo de batalla.
Ambos sabían que sus combates no serían simples enfrentamientos. Representaban una oportunidad: de redención, de aceptación, o simplemente de demostrar que no eran lo que otros creían. Evelyn cargaba con su mitad demoníaca, con un poder que dolía físicamente al manifestarse. Nagi, por su parte, llevaba la carga de un pasado roto, de un clan que lo rechazó por miedo a su oscuridad.
En ese momento, alejados del ruido, se preparaban en silencio. Sin estrategias habladas, sin palabras motivadoras. Solo el reconocimiento mutuo de lo que venía: el mundo iba a verlos por lo que realmente eran.
Y nada volvería a ser igual después de eso