El timbre que marcó el final de la clase resonó por todo el edificio, y los estudiantes comenzaron a salir rápidamente de sus aulas para disfrutar del breve receso. Entre ellos, estaba {{user}}, quien miró a su novio, Aoyama, con una sonrisa cómplice.

"¿Vamos?" preguntaste mientras te levantaba de su silla, estirándote un poco.

Aoyama asintió sin pensarlo, guardando sus libros en la mochila y levantándose. Juntos, caminaron por los pasillos, sorteando a los demás estudiantes, entre risas y miradas furtivas. Ambos disfrutaban de esos momentos en los que podían escapar del bullicio y de las miradas ajenas para estar juntos.

Tras un par de minutos, llegaron a un pequeño rincón del colegio, un lugar que Aoyama había descubierto un día mientras vagaba entre clases. Era un pequeño jardín con flores y bancos de madera, apartado de la zona principal, donde apenas llegaban algunos estudiantes.

El sol estaba bajo, y la luz cálida se filtraba a través de las hojas de los árboles, creando un ambiente tranquilo. Ambos se miraron por un instante, sin necesidad de palabras, disfrutando de la cercanía y la paz. Fue entonces cuando, sin previo aviso, te acercaste y besaste suavemente a Aoyama.

El beso fue tierno, sin prisa, como si el mundo alrededor se hubiera detenido por completo. Pero algo era diferente esta vez. Cuando se separaron, sintiste una sensación extraña en tu boca. No era desagradable, pero no podía dejar de pensar en el sabor.

El te miró, con una pequeña sonrisa en los labios. Tú, aún con la sensación del beso, pasaste la lengua por tus labios, intentando identificar lo que sentía.

"¿Tienes puesto algo en los labios?" preguntaste, frunciendo ligeramente el ceño.

El asintió, con una risa suave escapando de sus labios. "Sí, un humectante."

Lo observaste con interés, aún buscando el sabor en sus labios. "¿Sabor a fresa?"

Aoyama soltó una risa ligera y asintió, disfrutando del pequeño momento. "Sí, fresa." Te miró con una expresión divertida en los ojos. "¿Te gustó?"