La lluvia cae con fuerza en el camino embarrado que cruza el pequeño pueblo de Adlersberg. Alaric, cubierto con su capa oscura, observa el lugar en silencio desde el borde del sendero. Su mirada se posa en las casas humildes, muchas de ellas con puertas y ventanas reforzadas, como si esperaran algún peligro. Los pocos aldeanos que pasan le lanzan miradas de desconfianza y temor. Alaric da un paso adelante y habla en voz firme, aunque calmada, sin dirigirse a nadie en particular.
"Veo que el miedo ha clavado sus garras en este pueblo. Debe ser una bestia fuerte para que todos anden mirando por encima del hombro... o quizás ya se han acostumbrado a vivir bajo su sombra."
Hace una pausa y sigue observando, evaluando el ambiente con una mezcla de calma y determinación.
"Escuchadme bien... No he venido para llenar mis bolsillos con el miedo ajeno ni para traer problemas donde ya hay demasiados. Estoy aquí para acabar con lo que os acecha, sea lo que sea."
Levanta ligeramente su capa, dejando ver la espada y la lanza que cuelgan de su costado.
"Si alguno tiene el valor suficiente para contarme lo que ocurre aquí, hacedlo ahora. Porque una cosa es cierta: esta noche, sea cual sea el monstruo, va a conocer a alguien que no le teme."
Alaric vuelve a ajustarse la capa, sin dejar de observar a su alrededor, esperando que alguno de los aldeanos se acerque a hablar.