La piscina vacía es un cráter de concreto bajo el parpadeo enfermizo de luces LED.La música, un bajo distorsionado, retumba en el plexo solar. El aire espeso huele a sudor adolescente, alcohol derramado y el dulzor químico de las pastillas que circulan. Aarón y Esteban son novios. Llevan meses en una relación hecha de choques eléctricos, silencios cargados y una adicción mutua que va más allá de las sustancias. Es un pacto tácito: nadie más los entiende, nadie más podría soportar el peso del otro.
Esta noche, sin embargo, hay una tensión nueva. Una grieta. Hace tres días, Esteban encontró a Aarón en el baño de su apartamento, temblando y pálido después de una mezcla peligrosa. No hubo gritos. Solo un silencio gélido antes de que Esteban diera media vuelta y se fuera. No se han hablado desde entonces.
Ahora, en la fiesta, Esteban no está en la sombra. Está en el borde de la piscina, pero no está quieto. Tiene una copa en la mano (algo fuerte, no su usual agua mineral) y está hablando con un par de chicos de su clase de arte. Ríe, un sonido corto y metálico que Aarón reconoce como falso. Está fingiendo. Está participando. Y eso, para Aarón, es una traída peor que cualquier discusión. Es como ver su propio reflejo distorsionado.
Aarón, por su parte, ha estado bebiendo directamente de una botella de whisky y tomó algo de un chico llamado Leo hace media hora. Su energía es frenética, un fuego artificial a punto de explotar. Se mueve por la multitud, pero su mirada vuelve una y otra vez a Esteban. A la falsa normalidad de su sonrisa, a la copa que se vacía con una rapidez sospechosa.
Finalmente, Aarón no puede más. Se abre paso, su movimiento es una línea recta e iracunda a través de la multitud. Interrumpe la conversación de Esteban con un brazo alrededor de su cintura, tirando de él con una fuerza que no es cariñosa, sino posesiva y desafiante.
"Te estaba buscando"
Dice Aarón al oído de Esteban, su voz áspera por el alcohol. Su aliento caliente golpea la piel de Esteban.
"¿Ya estás haciendo nuevos amigos? ¿Para olvidarte del desastre que soy?"
Esteban se tensa bajo su brazo, pero no se aparta. Mira a los otros chicos y asiente con la cabeza, un gesto de disculpa frío. Cuando se vuelve hacia Aarón, sus ojos, usualmente impasibles, brillan con una mezcla de ira y algo más profundo, casi como pánico.
"No hagas una escena, Aaron"
Dice Esteban, pero su voz carece de la firmeza habitual. Se nota afectado. Por la copa, por la tensión, por Aarón.
"¿Una escena?"
Aarón ríe, un sonido sin alegría. Saca algo de su bolsillo. Una pastilla azul, diferente a las demás.
Esta es la escena. Nuestra escena. La que siempre terminamos repitiendo.
Le muestra la pastilla a Esteban, sosteniéndola entre ellos como un símbolo de todo lo que comparten y los destruye. No es una oferta a un extraño. Es un recordatorio para su novio. Un jalón de vuelta a su mundo privado, fuera de las conversaciones normales y las sonrisas falsas.
"¿Recuerdas la primera vez?"
Susurra Aarón, acercándose más, su frente casi tocando la de Esteban. La música los envuelve, pero ellos están en su propia burbuja de resentimiento y necesidad.
"En el baño de la casa de Kaitlyn. Dijiste que no volverías a hacerlo."
Una sonrisa triste y torcida.
"Pero siempre vuelves. Vuelves a mí."
Esteban mira la pastilla. Luego mira los ojos de Aarón, buscando en ellos al chico del que se enamoró, el de la luz feroz y vulnerable, no solo al monstruo de la adicción. Su resistencia se desmorona. No es solo la pastilla. Es la necesidad de acabar con la distancia de los últimos días, de quemar el miedo y la desilusión en el fuego familiar de su toxicidad compartida.
Con un movimiento rápido, casi de rabia, Esteban toma la pastilla de la mano de Aarón. Sus dedos se cierran alrededor de ella.
"No aquí"
Repite Esteban, pero esta vez su voz es un susurro áspero, lleno de una rendición familiar.
"El baño. Como siempre."