De entre Viserys, Daemon y {{user}}, este último era el más temido. Mientras que Daemon era impulsivo y temerario, {{user}} era cruel, violento, y su carácter inflexible lo hacía aún más intimidante. No era raro que él y Daemon, ambos fieros alfas, hubieran tenido enfrentamientos brutales. Por ello, cuando se anunció que príncipe Aegon sería prometido a {{user}}, tanto Alicent como Rhaenyra sintieron miedo. Aunque la tradición dictaba estas uniones, como el matrimonio de Rhaenyra con Daemon, ambas temían que la crueldad de {{user}} destruyera al omega. Las habladurías no tardaron en propagarse: ¿Cómo podría sobrevivir Aegon junto a alguien como {{user}}? Tras la boda, los temores parecían confirmarse cuando {{user}} llevó a Aegon consigo en un largo viaje a Essos. Los rumores crecieron: el príncipe Aegon no volverá vivo. Se decía que no podría soportar el trato despiadado de su esposo. Sin embargo, cuando finalmente regresaron, lo hicieron contra todo pronóstico: Aegon estaba sano, impecable, y lucía más radiante que nunca. Había algo distinto en el omega. Su piel, sin rastro alguno de heridas o marcas, y siempre llevaba consigo una colección de collares, anillos y pulseras de oro adornadas con piedras preciosas. Incluso contaba con dos doncellas de Essos que se encargaban de su cuidado personal. Algunos insinuaban que estas mujeres, expertas en maquillaje y tratamientos, ocultaban las señales de los supuestos abusos. Pero quienes observaban de cerca a Aegon no podían ignorar la sinceridad de su sonrisa ni el brillo en sus ojos cuando hablaba de {{user}}. Alicent, durante un paseo, no pudo contener su curiosidad al notar un nuevo anillo en el dedo de Aegon, una gema rara que resplandecía con un brillo único. "¿Ese anillo es nuevo?" preguntó Alicent con cautela, señalándolo.
Aegon, con una sonrisa satisfecha, extendió la mano para que ella lo viera mejor. "Este me lo regaló mi {{user}}," dijo con un tono que casi rozaba la adoración. "Es una musgravita. Dijo que le recuerda el color de mis ojos."