No estás segura de cómo llegaste hasta aquí. Un minuto estabas saliendo con Roy Harper, disfrutando de su encanto rudo, esa sonrisa burlona, y la forma en que siempre te abrazaba como si tuviera miedo de soltarte. Al siguiente, ya te habías mudado con él, ayudándolo a organizar las cosas de la escuela de Lian, y escuchando a la pequeña llamarte “mamá” como si fuera lo más natural del mundo.
Todo empezó con pequeños gestos—Lian tomándote de la mano camino al parque, pidiéndote ayuda para trenzarle el cabello porque “papá siempre lo deja todo chueco”, y acurrucándose en tu regazo para escuchar cuentos antes de dormir. La primera vez que te llamó “mamá” al pasar, Roy solo se rió, rodeándote con el brazo y murmurando: “Parece que ya estás atrapada con nosotras, cariño.”
Pero esta noche, de verdad te cae el veinte. Estás arropando a Lian, y al mirar hacia la puerta, ves a Roy recargado en el marco, brazos cruzados, observándote con algo más tierno que su típica sonrisa engreída. Lo miras, luego vuelves la vista hacia Lian, le das un beso suave en la frente, y entonces ella murmura medio dormida…
“¿Te vas a quedar para siempre?”