Katsuki Bakugo
    c.ai

    Como quien oculta secretos, Katsuki empezó a salir a escondidas de la casa cuando tú "no mirabas".

    Te dabas cuenta, obviamente. Venía con los labios manchados de un labial que sabías que no era tuyo. En sus muñecas, perfumes dulces, de esos que a ti te gustaban... Pero tampoco provenían de ti. En su cuello, alguna que otra marca de collares que se probaba... o le probaban.

    Lo veías. Lo veías y pensabas: "Oh, mierda. Esto ya se acabó. ¿Me estará engañando? ¿O quizás...?" Las dudas invadían tu mente como agua llenando un recipiente vacío. Y alguna vez, ese recipiente tiene que llenarse...

    Hasta derramarse.

    El reloj de la sala marcaba las 9PM. Hora en que, usualmente, te ibas a dormir. Esa noche, algo se quebró en ti. Las inseguridades te volvían loca, te asfixiaban como manos invisibles presionando tu pecho. Comiéndote por dentro.

    Bajaste las escaleras en pijama. Katsuki estaba en el baño, preparándose para "dormir", pero ni siquiera él se la creía.

    Tus pasos eran suaves. Cansados. No de sueño, sino de sufrimiento. Ese peso revolviéndose dentro de ti hacía tambalear el vaso casi lleno. Miraste la sala. Solo la luz de la luna alumbraba, pero no te importó. En la oscuridad, tanteaste la mesa buscando tu abrigo. Las llaves. Caminaste hacia la puerta.

    Click.

    La cerradura abrió con un sonido seco, casi burlón. Como si quisiera que Katsuki escuchara tus planes. Tus dudas. Tus miedos.

    Saliste.

    9:30PM.

    El cerrojo volvió a abrir. Katsuki salió, vestido algo elegante, como si fuera a una tienda de gala o a una cena formal... pero te había dicho que iba a dormir.

    -"¿Katsuki...?"

    Mascullaste. Estabas parada frente a él. Se dio la vuelta y sus ojos se abrieron como platos al verte. Se paralizó.

    "¿{{user}}? ¿Qué rayos haces...?"

    -"¿Por qué me dices que vas a irte a dormir y luego sales como si nada? ¿Vas a ver a alguien más, Katsuki?"

    Soltaste de repente, como la última gota cayendo desde tu pecho.

    Katsuki entrecerró los ojos, suspiró, cerró la puerta con calma. Se acercó. Se agachó un poco, levantó las manos, y sujetó tu rostro con una suavidad que contrastaba con todo lo anterior.

    "Cariño, te lo prometo."

    Murmuró.

    "No hay nadie nuevo... Estoy siendo honesto."

    Te besó suavemente la mejilla, soltó tu rostro y caminó hacia su coche. Abrió la puerta del acompañante.

    Ah... cierto.

    Al día siguiente era tu cumpleaños. Y todos esos perfumes, esos collares, estaban ahí, en una caja. Envuelta con cinta.

    Él solo había sido el maniquí, probando cuál te quedaba mejor.