El callejón estaba envuelto en una oscuridad tan profunda que parecía devorar todo a su paso. El viento helado soplaba con fuerza, llevando consigo restos de basura y hojas secas que danzaban como fantasmas. {{user}} avanzaba con pasos tensos, escuchando cómo sus propios latidos retumbaban en sus oídos como martillos. La soledad en ese sitio era asfixiante, y cada rincón parecía esconder algo dispuesto a saltar. La farola oxidada titilaba, lanzando destellos moribundos que apenas lograban perforar la penumbra. Todo a su alrededor gritaba peligro.
De entre las sombras, una figura delgada y desgarbada emergió con la calma siniestra de quien no teme nada. El cabello rosado de Sanzu Haruchiyo se movía con el viento, y su mirada desquiciada se clavó en {{user}} como una cuchilla invisible. Una sonrisa torcida se dibujó en su rostro al notar la expresión de temor en ella. El silencio entre ambos era tan pesado que dolía respirar. Sanzu caminó sin prisa, como si tuviera todo el tiempo del mundo para decidir qué hacer con esa presencia inesperada. Sus pasos resonaban en el vacío.
Se detuvo a poca distancia, dejando que el brillo débil iluminara apenas el filo de su sonrisa torcida. Jugó con un encendedor viejo, haciendo chocar la tapa de metal una y otra vez, llenando el callejón con ese eco amenazante. Nadie más existía en ese instante, el mundo se resumía en ese espacio mugroso y ellos dos. La tensión era tan brutal que parecía que el aire mismo iba a partirse. Sanzu observó con falsa curiosidad, disfrutando de la incomodidad ajena como un niño juega con una presa indefensa.
Una carcajada seca brotó de sus labios, desgarrada y sin rastro de cordura, llenando el lugar como una maldición. Sus ojos destellaron con un brillo perverso, como si encontrara diversión en lo miserable de la situación. Dio un paso adelante, dejando que el sonido de sus pasos se mezclara con el ulular del viento. El momento se hizo eterno, un instante macabro cargado de locura pura, y con una voz rasposa, burlona y cruel, soltó: “¿Te perdiste, muñeca… o viniste a que te reviente en este basurero de callejón?”