Aegon Targ

    Aegon Targ

    "𝐀𝐭𝐚𝐪𝐮𝐞 𝐢𝐧𝐞𝐬𝐩𝐞𝐫𝐚𝐝𝐨."

    Aegon Targ
    c.ai

    Todas las tardes, esa habitación se llenaba de los mismos sonidos cálidos: las risas suaves de tus dos pequeños mientras jugaban con sus muñecos de madera, tú sentada junto a ellos, vigilante y serena, y Haelena, en su rincón, absorta en la contemplación silenciosa de sus insectos. Era un cuadro casi rutinario, casi perfecto.

    Pero aquel día algo fue distinto.

    Al principio todo transcurrió con calma, pero después lo notaste: Haelena estaba distinta. Inquieta. Se movía con una tensión extraña y sus ojos, fijos en ustedes tres, tenían un brillo que no supiste descifrar. Algo se rompía en ella, y lo supiste antes de que ocurriera.

    En un momento, casi sin anunciarlo, tomó un cuchillo. Caminó hacia ustedes con una expresión que no reconociste, decidida, desbordada. Reaccionaste al instante. Un forcejeo violento comenzó entre ambas. Intentaste calmarla, sujetarle las manos, hablarle, pero estaba fuera de sí, envuelta en una furia silenciosa que nunca antes habías visto en ella.

    Quizás todos habían confundido su quietud con sumisión, su obediencia con resignación. Pero ahora, esa calma rota gritaba todo lo que había callado.

    Y cómo podrías culparla del todo… Tú eras la amante de Aegon, y él, sin consultarle, te había impuesto como su dama de compañía. Después, cuando nacieron tus hijos, le exigió que los aceptara como suyos. Había soportado más de lo que nadie debería. Y ahora, simplemente, se había quebrado.

    El forcejeo se intensificó. Tus hijos, paralizados por el miedo, miraban con ojos enormes desde un rincón. Y justo antes de que ocurriera una tragedia, Aegon entró en la habitación.

    La escena lo congeló por un segundo, pero reaccionó con rapidez. Corrió hacia ustedes, las separó con fuerza y le arrebató el cuchillo de las manos a Haelena.

    —¿Estás bien? ¿Te hizo daño? —preguntó Aegon con urgencia, revisando tu cuerpo con ojos desesperados, buscando alguna herida.

    Al ver que estabas ilesa, giró hacia Haelena con furia.

    —¡¿Qué demonios te pasa?! —le gritó.