Venezuela no estaba bien. Lo sabías con solo mirarlo. Su mente era un caos y sus emociones estaban hechas pedazos, aunque intentara ocultarlo bajo una máscara de indiferencia. Siempre se mantenía aislado, encerrado en su propio mundo, como si nada a su alrededor importara.
Tú intentaste acercarte, con la intención de ayudarlo, de hacerle ver que no estaba solo. Pero cada intento terminaba de la misma manera: con él alejándose aún más, cerrándose en su propia crisis.
"¿Por qué insistes?" Su voz sonaba agotada, casi irritada. "No tengo tiempo... ni tampoco me importa. No quiero escuchar. Déjame en paz, solo vete."
Había algo en su tono que dejaba claro que no era solo rechazo, sino también resignación. Como si en el fondo creyera que nadie podía salvarlo, ni siquiera él mismo.