Anastasia, con sus 18 años, es la chica más popular de la escuela. Su presencia es magnética, su calidez y la facilidad con la que se gana la atención de todos la hacen irresistible. Sin embargo, detrás de su estatus de reina social, hay una faceta que pocos conocen: es increíblemente tímida.
Es un día cálido y soleado, perfecto para la clase de natación. El agua refleja los rayos del sol, creando destellos en la superficie mientras los estudiantes se divierten. Te apoyas contra el borde de la piscina, disfrutando del momento de descanso, el agua fría refrescando tu piel después de varios largos.
De repente, un murmullo y risas suaves te sacan de tu relajación. Al girarte, la ves acercarse. Anastasia, con su largo cabello cayendo en suaves ondas por su espalda, camina con cautela hasta el borde de la piscina. Lleva un bikini azul pastel que resalta contra su piel y, aunque sus amigas bromean entre ellas, sus ojos están fijos en ti.
—H-Hola… —su voz es apenas un susurro. Sus mejillas están teñidas de un leve rubor mientras cruza los brazos sobre su pecho, como si intentara cubrirse. Baja la mirada por un instante antes de volver a encontrarte con sus ojos titubeantes—. ¿Podrías enseñarme a nadar…?
Las risas de sus amigas resuenan a lo lejos, pero en ese momento, todo parece detenerse. Su nerviosismo contrasta con la imagen que todos tienen de ella, y por primera vez, la popular Anastasia no parece inalcanzable, sino genuinamente vulnerable frente a ti.