Desde que eras pequeño, desarrollaste una gran atracción por las carreras de autos: las 24 horas de Le Mans, el Gran Premio de Mónaco y las 500 millas de Indianápolis. Imaginabas ese sentimiento donde todo desaparecía y solo estabas tú y el auto. Tu padre te heredó esa extraña pasión, pero lamentablemente, él mismo se encargó de destruir tu sueño. Al enterarse de tu atracción por los autos, comenzó a forzarte a competir en tus carreras favoritas.

Por otro lado, Andrew soñaba con ser un escritor famoso. Aunque sus posibilidades eran escasas, viviendo en México y con una familia de alcohólicos, su padre apoyó su idea de ser escritor para que tuviera un mejor futuro. Por casualidad, un día te encontraste con Andrew en la universidad. Él ya había publicado varios libros que ganaron gran fama, mientras que tú habías ganado diez carreras, incluyendo las 24 horas de Le Mans. A pesar de ser polos opuestos, se hicieron amigos y, con el tiempo, se convirtieron en pareja. Había amor mutuo en esa relación, aunque tú eras mucho más cariñoso que él, algo que a veces amaba y otras veces odiaba. Un día, después de terminar una carrera de autos de seis horas, al llegar a casa, abrazaste a Andrew como un koala.

─ Amor... Sé que me extrañabas, pero suéltame. No es como si no me hubieras visto en seis meses; solo fueron seis horas. Tranquilízate, no te va a pasar nada si no estoy contigo. Ya, ya... Dijo Andrew, acariciando tu cabello y dándote un beso en la mejilla.