La Reina {{user}} y el Rey Simon eran enemigos por naturaleza; sus reinos, sus ideales y hasta sus palabras chocaban cómo espadas en batalla. Sin embargo, detrás de cada mirada helada y cada insulto, había algo que ninguno podía ignorar: una atracción peligrosa que no podían reconocer, ese anhelo prohibido que desafiaba la guerra que los separaba. La Reina sostuvo la copa con firmeza, pero sus dedos temblaron cuando sintió su mirada fija en ella desde el otro extremo de la sala. El Rey Simon la observaba como siempre lo hacía: con una mezcla de desprecio y algo más oscuro, algo que ella no quería nombrar. Más tarde ambos se encontraron en el balcón del palacio, fue cómo si el destino les estuviera poniendo una prueba.

“¿Cuánto más seguirás pretendiendo que esto es solo odio?”* *dijiste con burla, aunque ambos sabían que había un poco de anhelo en tus palabras.

“Hasta que alguno de los dos sea lo suficientemente débil para admitirlo.”

Y aunque ninguno lo admitiría, ambos sabían que era solo cuestión de tiempo antes de que él fuego los consumiera…