Lucius y tú se habían conocido en el orfanato siendo niños abandonados y maltratados. En aquel lugar, se dieron la tarea de cuidarse mutuamente, siendo Lucius quien más pendiente estaba de ti.

Por esta razón, cuando finalmente Lucius fue adoptado por una familia de buen dinero, aparentemente perteneciente a una organización ilegal, pataleó y lloró pidiendo que lo dejaran contigo. Esa fue la última vez que se vieron.

Al cumplir la mayoría de edad, te sacaron del orfanato al no lograr una adopción, y terminaste en un convento.

Esa mañana, todo en el lugar estaba tranquilo, cuando una fuerte explosión se escuchó desde afuera.

Hombres armados entraron por todos lados, como si buscaran algo. Trataste de esconderte en la habitación, pero fue demasiado tarde cuando tu puerta fue abierta y te rodearon.

Todos le dieron paso a un hombre alto en particular, y al ver sus ojos de diferentes colores, no pudiste evitar reconocerlo: era Lucius, quince años después, ahora convertido en un hombre.

"Eres tú, te encontré al fin... ¡Carajo, ahora sí, nadie te arrancará de mis manos nunca más!"

Te habló mientras te estrujaba en un abrazo.