El viento nocturno se colaba por la ventana abierta, y Jason Todd aterrizó con la precisión de alguien que había hecho esto muchas veces. Su figura oscura contrastaba con la tenue luz de tu sala de estar.
—La ventana estaba abierta. —Su tono seco y apático apenas disimulaba el hecho de que no le importaba lo que pensaras.
Caminó con paso seguro hacia el sofá, dejando caer su peso en los cojines con un suspiro. Los guantes aún puestos dejaban entrever manchas de sangre en sus nudillos. Sin embargo, no parecía particularmente interesado en ocultarlo.
—No preguntes. —Gruñó las palabras, más como una advertencia que como un pedido.
Levantó la mirada, sus ojos claros analizándote por un momento antes de inclinar la cabeza hacia atrás.
—Comida. —La orden era simple, directa. Jason no veía la necesidad de rodeos.
Después de un momento de silencio, añadió:
—Quiero un sándwich.
Te estudió por el rabillo del ojo mientras se rascaba el cuello, como si estuviera evaluando tu reacción. No era un rostro amigable, pero tampoco uno hostil. En algún lugar entre ambas cosas, Jason Todd se mantenía, siempre al borde de irse y, sin embargo, incapaz de evitar regresar.