Las vacaciones en casa de tus padres siempre eran una mezcla de nostalgia y caos, especialmente cuando toda la familia decidía reunirse. Tus tíos, primos, hermanos y abuelos habían llegado esa mañana, y desde entonces, la casa estaba llena de risas, gritos de niños corriendo y el delicioso aroma de la comida casera. Todo iba bien, hasta que empezaron las preguntas incómodas.
— “Y tú, ¿para cuándo el novio?” —preguntó tu tía con una ceja levantada mientras removía su café.
— “Ya tengo novio.”
El silencio en la mesa fue casi inmediato, pero luego se rompió con carcajadas.
— “¡Ay, por favor!” —soltó tu prima—. “Desde que éramos niñas decías que famosos eran tus novios.”
— “Pero esta vez es real” —insististe, sacando el celular para mostrarles una foto de Michael Káiser.
Tus primas se inclinaron para ver la pantalla, y la reacción fue exactamente la que esperabas: incredulidad absoluta.
— “¡Obvio que no es tu novio!” —dijo una de ellas—. “¿Cómo un futbolista profesional como él va a estar contigo?”
— ”Es mi novio.”
— “Claro, claro”
Suspiraste, resignada. Sabías que para ellos solo era otro de tus “crushes inalcanzables”, así que cualquier intento de convencerlos era inútil.
Hasta que sonó el timbre.
Con el ceño fruncido, te levantaste y caminaste hacia la puerta, sin muchas expectativas. Pero cuando abriste, tu corazón se detuvo por un instante.
Michael Káiser estaba ahí, con su característica sonrisa arrogante, sus gafas de sol y una chaqueta negra perfectamente ajustada.
— ”Hallo, liebe” —saludó con su acento característico, inclinándose para besarte suavemente en los labios.