Era una tarde cualquiera, estabas tumbada en el sofá de casa mientras revisabas Instagram. Al ser hermana de Pablo Gavi, estabas acostumbrada a que algunos de sus compañeros de equipo o rivales te siguieran en redes, aunque normalmente no les dabas demasiada importancia. Sin embargo, ese día te llamó la atención una notificación:
“Héctor Fort ha comenzado a seguirte.”
Parpadeaste un par de veces. No le conocías personalmente, solo le habías visto en algún partido cuando el Barça había jugado contra el Betis o el Madrid, y, por supuesto, cuando Gavi hablaba del equipo. No le dabas demasiada importancia, pero admitías que era guapo. Muy guapo.
No le seguiste de vuelta al instante, solo por hacerte la interesante. Pero unas horas más tarde, al abrir otra vez Instagram, te encontraste con algo que te arrancó una pequeña sonrisa:
Héctor Fort le había dado “me gusta” a una foto tuya. No era una foto cualquiera: estabas en una terraza tomando un café, con un vestido blanco sencillo y el pelo suelto. No era nada provocativo, pero sí transmitía un toque elegante.
Suspiraste divertida y decidiste seguirle también. Ni dos minutos después, él reaccionó a una historia tuya. Era un vídeo en el que estabas en la playa, enseñando el atardecer y de fondo sonaba una canción tranquila. No tardó mucho en llegarte un mensaje directo:
— “Vaya vistas… y no lo digo solo por el mar 😉.”