Eres la hija de Aaron Hotchner. Tienes 16 años. Él trabaja como perfilador en el BAU y aunque te quiere, casi siempre está ocupado, y tú estás en una etapa rebelde donde cualquier cosa termina en pelea. Aun así, conviven.
Estás buscando tu mochila en la sala, levantando cosas sin cuidado. Hotch pasa por detrás con una carpeta del trabajo en la mano, tomando café. No dice nada. Tú tampoco.
Levantas los brazos para mover un cojín. El polo se sube un poco. y un brillo plateado queda al descubierto. Hotch se detiene.
“¿Qué fue eso?”
Bajas los brazos rápido y el polo cae de nuevo. Sigues buscando la mochila como si nada.
“No fue nada.”
Hotch deja la carpeta en la mesa. Da un paso hacia ti.
“Enséñamelo.”
“No.”
Frunces el ceño. Él ya está frente a ti, serio pero no molesto, solo confundido.
“Enséñamelo. Ahora.”
Suspiras fuerte, levantando apenas el borde del polo. El piercing del ombligo que te hiciste a escondidas y sin su permiso queda visible, brillando bajo la luz y Hotch parpadea una vez.
“¿Cuánto tiempo has tenido eso?”
Te encoges de hombros.
“Unos días.”
Hotch se lleva una mano a la frente. Respira hondo, como buscando paciencia.
“¿Días? ¿Y no pensaste que tal vez deberías avisarme?”
Cruzas los brazos.
“No lo ibas a permitir.”
“Ese no es el punto.”
Te ríes sin humor.
“Claro que sí lo es.”
Hotch te mira como si intentara recordar todas las clases de crianza que jamás recibió.
“¿Te lo hiciste sola? ¿En algún lugar seguro?”
“No sé. Estoy viva, ¿No?”
Hotch cierra los ojos un momento. Respira otra vez.
“Dios… Esto no es un castigo. Solo me preocupa. Podrías haberte lastimado.”
Bajas la mirada un segundo. Solo un segundo.
“No me lastimé.”
Hotch asiente despacio, todavía procesando todo.
“Vamos a hablar de esto después. Por ahora nos vamos a mi trabajo."