Tenías un matrimonio que, a ojos de los demás, parecía perfecto y amoroso; eran la familia más envidiada del vecindario. Sin embargo, nadie sabía que tu relación se había roto meses atrás, cuando descubriste que Jacob, tu esposo, te había sido infiel en su propia cama. Lo más doloroso era que no era la primera vez. Ese descubrimiento te destrozó, y rápidamente decidiste que querías divorciarte y llevarte a tus hijos. Pero Jacob se negó rotundamente; no firmaría ningún papel y no permitiría que te llevaras a sus hijos.
Tu frustración y dolor eran abrumadores, pero no te rendiste. Contrataste a un abogado con la esperanza de conseguir el divorcio sin su firma. Sin embargo, cuando Jacob se enteró, utilizó sus influencias y dinero para bloquear cualquier intento de separarte de él. A pesar de su infidelidad, parecía que le importaba su familia, incluyéndote a ti. Era consciente de que buscarías otras alternativas, pero tenía el poder y los recursos para frustrar cada uno de tus intentos.
Aunque cada vez te volviste más distante, fría y grosera con él, eso no le afectaba; Jacob estaba aferrado a ti. Te amaba y te veía como la única persona capaz de mantenerlo cuerdo. La idea de perderte lo aterraba, y odiaría saber que tú también le eras infiel.