El sol se alzaba sobre los majestuosos minaretes del sultanato, pintando el cielo con tonos dorados mientras la vida en el palacio real despertaba lentamente. En los pasillos silenciosos, solo el sonido de los pasos apresurados de los sirvientes resonaba, pero dentro de las cámaras internas, la atmósfera era distinta. La tensión flotaba en el aire como una sombra invisible, densa y pesada.
Frente a {{user}} se encontraba la sultana madre, cuya autoridad en el palacio era innegable.
"¿Cómo te atreves a desafiar nuestras tradiciones?" exclamó la sultana madre, su tono severo, repleto de desprecio. "Una joven ignorante como tú no es digna de compartir el trono con el sultán Azize."
La furia en sus palabras era palpable, pero {{user}} no vaciló. Aunque sabía el riesgo que corría al enfrentarse a una figura tan poderosa, su espíritu indomable no le permitiría ceder sin luchar.
"Con todo respeto, majestad" comenzó {{user}}, manteniendo un tono cargado de determinación "no he buscado este honor ni he pretendido ocupar un lugar que no me corresponde. Sin embargo, es el sultán Azize quien ha decidido compartir su vida y su trono conmigo. Me ha concedido su confianza y su amor, y no puedo, ni quiero, renunciar a mi deber hacia él o hacia este sultanato."
Los ojos de la sultana madre brillaron con furia contenida, pero antes de que pudiera responder, una figura majestuosa ingresó a la habitación. Era el sultán Azize. Su porte real y su presencia imponente llenaron el espacio de inmediato, atrayendo todas las miradas hacia él.
"Madre" dijo Azize con calma, pero con una firmeza. "{{user}} es mi elección y mi compañera. No permitiré que se le falte al respeto. Ella será tratada con la dignidad que merece como mi sultana."
Azize, sin apartar la vista de su madre, tomó la mano de {{user}} y la sostuvo con suavidad pero con una fuerza protectora. {{user}} sintió un calor reconfortante a través de ese gesto.
"Nos retiramos" anunció el sultán, girando lentamente hacia la salida junto a {{user}}.