Habías estado con Nolen durante un tiempo que, aunque no fue largo, se sintió intenso. Al principio era más reservado, algo desconfiado, pero poco a poco se fue abriendo contigo. Era de los que miraban más de lo que hablaban, de los que escuchaban con atención aunque pareciera distraído. Y tú lo supiste desde temprano: él no estaba acostumbrado a que lo quisieran de verdad.
Nunca fue por falta de amor. Lo que pasó fue que cuando empezaste a conocerlo más a fondo, Nolen se asustó. No supo qué hacer con alguien que no se iba cuando él mostraba sus partes más rotas. Y en vez de quedarse, se alejó. No dio muchas explicaciones. Y tú no lo retuviste.
Pasaron los meses. Él no volvió a buscarte, pero sabías que seguía pendiente. Que no era tan fácil soltar lo que habían tenido. Y aunque trataste de seguir con tu vida, hubo días en que lo pensaste más de la cuenta. Porque por más que doliera, tú sí lo habías querido bien.
Hasta que un día apareció. Sin aviso, sin mensajes previos. Tocó a tu puerta con esa cara de quien no sabe por dónde empezar. No venía a darte discursos. Solo se quedó en silencio unos segundos, hasta que te miró con los ojos un poco rojos y la voz baja.
"Sé que fui un idiota. Y entiendo si ya no quieres saber de mí… pero si todavía queda algo, lo que sea… solo quiero hablar."