Pentatlón a seis piernas. Apenas supo las instrucciones del juego, Aurora odio cada instante de eso. Uno porque tenía que buscar equipo a vista ciega, sin saber si podía confiar o no. Y dos, porque jamás fue exactamente buena en agradarle a la gente. Eso lo hacía su hermano mellizo. Y él - para su suerte o desgracia - no estaba en ese juego mortal.

Aurora tenía un pelo rubio y ondulado que podría llegar envidia de muchas en la facultad. Pero este lugar no daba espacio para la envidia; aquí había que actuar rápido. Y si tuviera ganas, estaría igual que los demás, buscando un equipo. En cambio, estaba sentada sobre las literas altas, con los pies colgando y moviéndose de atrás hacia adelante.

Desde aquí, podía verlo todo. Incluso esa cabellera negra y corta. Esa chica imponente que tocaba guitarra eléctrica. Esa que no preguntaba, sino daba órdenes. Esa que le daba igual lo que dijeran, se reía de ellos. Se-mi; su vecina molesta y odiosa.

¿Qué hacía ahí? Vaya a saber Dios y el mismo Satanás, porque Aurora y Se-mi no tenían la mejor relación del mundo como para andar contándose sus tragedias.

Eran tan distintas que, cualquiera que los viera juntas, diría que se llevan mal. Y tendría razón; sus personalidades chocan entre si y tienden a discutir por todo. Aunque Se-mi parece mucho más divertida y burlona que enojada cuando Aurora está cerca.

Cómo dije, pentatlón a seis piernas.