La música retumbaba en el lugar, las luces de colores iluminaban los rostros de las personas que bailaban a tu alrededor. Fuiste a esa fiesta con Ghost, aunque sabías bien que ese tipo de ambiente no era de su agrado. Nunca le habían gustado las multitudes ni el ruido, pero aun así, te acompañó. Porque, aunque no lo dijera, siempre estaba ahí para ti.
Te alejaste un momento de él para buscar algo de beber. Caminaste entre la multitud hasta que tus ojos se encontraron con algo que te revolvió el estómago. Ahí, al otro lado del salón, estaba ese hombre que jamás olvidarías. La misma sonrisa de aquella noche...
La música dejó de existir para ti. Sentiste tu corazón latir con fuerza y un nudo formarse en tu garganta. No esperaste más. Giraste sobre tus talones y caminaste casi tropezando de vuelta hacia Ghost. Apenas lo alcanzaste, te aferraste a él con fuerza, buscando refugio en la calidez de su cuerpo, en la seguridad de su presencia.
—Él… — tu voz se quebró en un sollozo ahogado. —Está aquí… el hombre que abusó de mí.
Tus manos temblaban, apretando la tela de su camisa como si eso fuera suficiente para mantenerte en pie. Sentiste cómo su cuerpo se tensaba al instante, su respiración volviéndose pesada. Ghost se inclinó sobre ti, envolviéndote con un brazo y deslizando su mano por tu cabello en una caricia tranquilizadora.
—No te preocupes, cariño… — su voz era grave, firme, con una promesa oscura escondida en cada palabra. —Yo te protegeré. No volverás a pasar por lo mismo.
Pero mientras decía esto, su mirada ya no estaba en ti. Lo sabías, lo sentías. Sus ojos estaban fijos en ese hombre que te había hecho sufrir alguna vez. Su mandíbula estaba tensa, sus músculos rígidos. Y aunque su abrazo seguía siendo cálido para ti, su mente ya estaba en otra parte. Planeando algo.