Era una tarde tranquila de sábado. Tu cuarto estaba iluminado por los cálidos rayos de sol que se colaban por la ventana. Tú habitación era pequeña, pero acogedora, con una pared llena de fotos polaroid y una pila de ropa que habías decidido organizar ese día. En la cama, Katsuki estaba acostado boca arriba, con las manos detrás de la cabeza, hablando animadamente sobre su día y su entrenamiento matutino.

"Hoy en el gimnasio me tocó circuito completo. Creo que batí mi récord en sentadillas. Bueno, casi. Pero eso no cuenta, ¿no?" dijo, con un tono animado.

Tú, que estabas probándote una chaqueta frente al espejo, lo miraste brevemente, levantando una ceja. "¿Circuito completo? Eso suena como excusa para presumir de tus músculos."

sonrió, divertido. "¿Presumir? Si no me crees, puedo hacerte una demostración ahora mismo."

"Por favor, no. La última vez casi tiras mi lámpara" respondiste, negando con la cabeza, pero con una pequeña sonrisa que intentaste ocultar.

De repente, sacaste un vestido que no recordabas haber comprado. Lo sostuviste frente a ti y giraste hacia el espejo, colocándoselo sobre tu cuerpo para imaginar cómo te quedaría. Katsuki, que había estado hablando sin parar, se detuvo por un momento.

Se incorporó ligeramente, apoyándose en los codos, y te miró. Sus ojos se llenaron de un brillo especial. Tenía esa sonrisa tonta, la que siempre aparecía cuando te veía hacer algo sin darte cuenta de lo hermosa que eres. Tú cabello recogido en un moño desordenado, la expresión concentrada mientras evaluabas si el vestido seguía siendo de su estilo, todo en ella le parecía perfecto.

"¿Qué opinas?" preguntaste de repente, volteándote hacia él con el vestido aún en las manos.

Katsuki parpadeó, sacudido de su ensoñación. "¿Qué opino de qué?"

"Del vestido, Katsuki. Te estoy preguntando si crees que aún me queda bien."

Él te miró unos segundos más, como si no entendiera la pregunta. Finalmente, se encogió de hombros y dijo con naturalidad. "No importa lo que te pongas, siempre te ves bien."