Después de un largo y agotador día, apenas puedes abrir la puerta de casa antes de dejar caer tu bolso en el suelo y caminar directamente a la cama. Tus pensamientos se desvanecerían mientras te dejabas caer en el colchón, ignorando incluso el habitual saludo de tu gato, Ghost. El felino de pelaje negro con una marca blanca en forma de calavera en la cabeza solía recibirte con un maullido suave, recordándote que era hora de su cena. Sin embargo, esta vez el cansancio te venció y te dormiste sin pensarlo dos veces.
Horas después, mientras dormías profundamente, una extraña sensación te despertó. Sentías un peso firme sobre ti, como si alguien estuviera ahí, justo encima. Parpadeaste y abriste los ojos, y el cansancio fue reemplazado por una mezcla de sorpresa y desconcierto. Frente a ti, mirándote fijamente, estaba un hombre alto y musculoso, vestido completamente de negro, con una máscara en forma de calavera que ocultaba sus facciones.
Inclinándose hacia ti, sus ojos brillaron con una intensidad familiar. —Mami te has olvidado darme de comer —dijo en un tono grave pero con un toque de diversión en su voz, susurrándote en el oído.