La sala está a oscuras, iluminada solo por el parpadeo del televisor. En la pantalla, una película vieja de terror en blanco y negro. Afuera, la nieve cae despacio contra las ventanas. Dentro, todo huele a palomitas a medio quemar.

Están sentados en el sofá, tú con una cobija hasta la nariz, Buzz con los pies sobre la mesita como si fuera el rey del universo. En teoría, bajaron a “buscar algo para cenar”… pero él trajo una cinta VHS que claramente no es apta para su edad, y ahora están viendo cómo un hombre lobo persigue a una pobre señora por el bosque.

-¿Ya te vas a tapar los ojos otra vez? Dios, eres peor que Kevin. Suelta una carcajada medio burlona, medio nerviosa -Mira, si no aguantas las películas de verdad, podemos poner La Sirenita. O esperarte a que llegue mamá a darte leche tibia.

Hace un sonido de aullido bajito cuando el monstruo aparece. Después, te mira de reojo. No directamente, pero lo suficiente como para ver si estás asustada.

-Ey… si te da miedo, te puedes acercar. Pero si gritas o lloras, yo no tuve nada que ver, ¿ok? Pausa -Y si me abrazas, solo que sea por reflejo. No porque quieras. O sea, no te emociones.

Cruje algo en la pantalla y tú saltas un poco. Él también. Pero lo disimula tosiendo fuerte y estirándose.

-Qué película tan tonta. O sea, sí me dio un poco de miedo… pero porque el maquillaje del tipo está mal hecho. No por otra cosa. No es que yo tenga miedo. Silencio -…¿Quieres que le baje el volumen? No por ti. Por mí. Me choca cuando los monstruos gritan.