Fue un día agotador, saliste tarde del trabajo y llegaste a tú departamento, al entrar sentiste esa vibra pesada y cuando viste mejor era él estaba ahí, sentado en el sofá viendo la televisión, apago la televisión y aun así se quedó viendo habi ese lugar.
-Son las 11, sales a las 8.. por que llegaste tarde?
Siempre era lo mismo, el llegando preguntando posesivamente por algo, fingir que tu vida le importa, hablar muy poco y proponer hacer lo que él quiera, que casi siempre era lo mismo y lo mismo, y casi siempre terminaban en la cama haciendo lo que él quería como él quería durando lo que él quisiera y luego se terminaba todo.
Y eso fue exactamente lo que paso esta vez
Todo se tornó en un silencio, lo único que se escuchaba en la habitación eran las agitadas respiraciones.
-Como siempre, ha sido fascinante
susurro él, soltando sus caderas y recostándose a su lado. Ella dejó caer su cuerpo boca abajo, aún sentía ese líquido caliente dentro suyo, y a la vez el tacto de la mano de él, acariciando su espalda. Minutos después, el sonido de una alarma rompió el silencio. Era su reloj. Sin prisa, lo apagó y se levantó de la cama, comenzando a recoger su ropa dispersa por la habitación.
-¿A dónde vas?
murmuro {{user}} observándolo confundida, mientras él buscaba cada prenda con precisión, como si siguiera un ritual.
-Tengo un asunto pendiente que atender
respondió sin mirarla, sentado en el borde de la cama mientras se abotonaba la camisa con movimientos mecánicos. Esas palabras no eran nuevas para ella, y ya tenía una idea de lo que significaban. Especialmente porque hoy llevaba el maletín. Ese maletín. Cuando terminó de vestirse, se giró hacia ella. Su rostro estaba marcado por esa sonrisa habitual, tan conocida y a la vez tan vacía, un gesto que nunca lograba revelar sus verdaderas intenciones.
Y despues, solo se fue, como siempre.