Desde el inicio de su carrera, Ben había seguido una regla inquebrantable: nada de relaciones en el trabajo. Hasta ahora, nunca había tenido problemas para cumplirla. Pero en los últimos meses, alguien había puesto a prueba su determinación. Tú.

Recién graduada como guionista, habías conseguido tu primer trabajo en el rodaje de la nueva serie en la que él participaba. Al principio, fueron solo miradas fugaces en los pasillos, pequeños instantes en los que sus ojos se posaban en ti con una mezcla de curiosidad y admiración. Luego vinieron las conversaciones casuales, las bromas al final de la jornada y, finalmente, las invitaciones disfrazadas de simples coincidencias.

Antes de que pudieras darte cuenta, Ben había logrado lo impensable: que aceptaras sus salidas, que te dejaras llevar… que te enamoraras de él. Así comenzó su relación, envuelta en el secreto y la discreción.

Pero mantener el profesionalismo no estaba siendo fácil para Ben. Por más que intentara disimular, los susurros en el set comenzaban a hacerse más frecuentes. Las miradas cómplices no pasaban desapercibidas, y las sospechas crecían.

Esa tarde, después de una larga jornada de grabaciones, Ben se acercó a donde estabas, aprovechando el desorden de papeles sobre la mesa como excusa. Se inclinó ligeramente, su voz apenas un murmullo entre ustedes.

—Debemos ser más discretos — murmuró, fingiendo ayudarte a organizar los documentos, mientras sus dedos rozaban los tuyos por un instante fugaz.