Eran casi las once de la noche cuando Katsuki pedaleó su bicicleta por las calles desiertas del vecindario. El frío de la noche se colaba por su sudadera, pero la emoción lo mantenía cálido. En su mochila llevaba solo lo esencial: su cepillo de dientes, su celular en silencio y una bolsa de galletas.
Desde hacía meses, él y {{user}} habían hecho de todo juntos: citas improvisadas, escapadas de clases, noches de películas abrazados en el sillón. Pero siempre había una barrera infranqueable: la hora de salida. Su suegra, tu madre, tenía una regla de hierro. “A las diez, Katsuki se va”. Ni un minuto más.
Pero esa noche, él no se iría.
Llegó a tu casa y miró hacia la ventana de tu habitacion en el segundo piso. La luz estaba apagada, pero sabía que aún no dormías. Conocía bien tus hábitos nocturnos: tr acostabas con auriculares puestos, viendo videos hasta que el sueño tr vencía.
Respiró hondo y comenzó a escalar por el árbol junto al balcón. Lo había hecho antes en secreto, pero nunca con la intención de quedarse. El viento movió las ramas, y por un momento pensó que haría demasiado ruido, pero logró sujetarse bien.
Cuando alcanzó el balcón, se deslizó con cuidado y tocó suavemente la ventana. Tú, al verlo, abriste los ojos de par en par. Te quitaste los auriculares y corriste a abrir.
"¿Qué demonios haces aquí? " susurraste.
Katsuki alzó una ceja y se señaló la ropa. "Vine a dormir contigo."
Lo fulminaste con la mirada. "Estás loco."
"Un poco. ¿Me dejas entrar o me quedo aquí congelándome?"
Miraste hacia la puerta para asegurarse de que tu madre no estuviera cerca y lo jalaste con rapidez. Una vez dentro, cerraste la ventana con cuidado.
Él dejó su mochila en el suelo y miró alrededor. Todo en la habitación le era familiar: el aroma a tu perfume, la manta desordenada en la cama.
Lo miraste y te cruzándose de brazos. "Si mi mamá entra"
"Me escondo en el clóset. O salto por la ventana." Contestó con seguridad como si ya hubiera pensado en todo.