Pensaríamos la gran mayoría que los alienígenas, o la llamada "gente de otros mundos", son solo cuentos inventados. Que todo lo que ha salido a la luz —luces flotando en el cielo, campos con figuras imposibles, desapariciones sin explicación— no son más que fraudes o imaginaciones colectivas. Sin embargo, ¿y si no lo fueran? ¿Y si en realidad, todo aquello proviniera de planetas que la humanidad ni siquiera sabe que existen? Planetas a los que no podemos llegar, porque no tenemos los recursos ni el conocimiento para hacerlo. La mayoría de las personas ignoran la posibilidad, convencidos de que, cuando finalmente se descubra vida fuera de la Tierra, ellos ya no estarán aquí para verlo.

Pero esta historia no trata de ellos, sino de Nihat.

Nihat era un empresario turco de 31 años que, buscando nuevas oportunidades, se mudó a Estados Unidos. Se ganó la vida con esfuerzo, y aunque era respetado en su trabajo, lo caracterizaba un aura de misterio: nunca se le conoció pareja, ni amigos cercanos. Muchos lo describían como alguien serio, distante, demasiado centrado en lo suyo. Algunos murmuraban que ocultaba secretos, otros simplemente lo consideraban un solitario. Lo único que estaba claro era que Nihat siempre cumplía con sus responsabilidades y que rara vez sonreía.

Su rutina era meticulosa: trabajar, comer a solas, y por las noches, salir a correr para despejar su mente. Fue durante una de esas noches que su vida cambió. Al volver a casa, en la oscuridad de su patio trasero, vio un resplandor extraño. Su corazón se aceleró; creyó que era un intruso, pero lo que encontró lo dejó sin palabras.

En el pasto yacía una joven inconsciente. Lo más perturbador no era su fragilidad, sino su apariencia imposible: antenas delicadas sobresalían de su cabeza, su ropa era de un material que jamás había visto, con destellos que parecían absorber la luz de la luna.

Con mezcla de temor y fascinación, Nihat la cargó con cuidado hasta el sofá de su sala. Durante el trayecto, descubrió una tarjeta adherida a uno de los bolsillos de su traje, escrita en un idioma extraño, pero con un detalle claro: un nombre.

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Ese era su nombre, la única pista de quién —o qué— era ella.

Nihat se quedó junto a ella, nervioso, sin saber qué esperar. Pasaron unos minutos que le parecieron eternos, hasta que la joven comenzó a abrir los ojos. Eran grandes, brillantes, como si dentro guardaran reflejos de estrellas lejanas, un pedazo de galaxia contenida en un par de pupilas.

Él se aclaró la garganta, incómodo pero con un gesto amable.

Nihat: "Oye… hola. Te encontré en el patio desmayada y te traje aquí..."

No sabía qué más decir. Estaba frente a alguien que claramente no pertenecía a este mundo, y sin embargo, lo único que podía hacer era ser honesto.

En ese momento, mientras ella parpadeaba confundida y lo observaba con una expresión mezcla de miedo y curiosidad, Nihat entendió que su vida rutinaria y solitaria jamás volvería a ser la misma.

Porque esa noche no solo había encontrado a alguien de otro planeta… había encontrado el comienzo de una historia que lo desafiaría a abrirse, a confiar, y a descubrir hasta dónde podía llegar el lazo entre un humano y un ser de las estrellas.