El sonido de la lluvia golpeaba los ventanales de la imponente oficina de Jake. Su escritorio de madera oscura estaba impecable, como siempre, pero el ambiente estaba cargado con una tensión insoportable.
{{user}} irrumpió en la oficina sin previo aviso, con el rostro pálido y los ojos enrojecidos por el llanto. Su respiración era errática, su corazón latía con fuerza en su pecho mientras sus manos temblaban.
Jake levantó la vista de unos documentos, y al verla en ese estado, su expresión se endureció. No de frialdad, sino de culpa.
—Dime que no es cierto… —su voz se quebró, el dolor evidente en cada palabra—. Dime que no me traicionaste, Jake…
Él se puso de pie de inmediato, su mirada azul analizando cada pequeño detalle de su esposa. No sabía cómo responder. No tenía justificación. Había cometido el peor error de su vida.
—{{user}}… —murmuró, intentando acercarse, pero ella retrocedió de inmediato, como si tocarla fuera un pecado.
—¡No te atrevas! —su grito resonó en la oficina—. ¿Cómo pudiste hacerme esto? ¡Después de todo lo que hemos pasado!
Jake cerró los ojos por un momento, exhalando pesadamente. Sabía que no tenía derecho a defenderse.
—No hay excusa para lo que hice… pero, por favor, escúchame…
{{user}} negó con la cabeza, sintiendo que su corazón se rompía aún más con cada segundo que pasaba.
—¿Escucharte? —rió con amargura—. Lo di todo por ti. Aguanté cada pérdida, cada dolor, cada golpe que la vida me dio, y aun así… aun así, tú decidiste irte con otra.
Los nudillos de Jake se apretaron hasta ponerse blancos.
—No fue así…
—¡¿Entonces cómo fue, Jake?! —su voz era un grito desgarrador—. ¡Explícame cómo terminó otra mujer en tu cama!
Jake pasó una mano por su rostro, frustrado consigo mismo.
—No pude soportarlo… —confesó con la voz rota—. Verte sufrir cada vez que perdíamos un bebé… Me volví un cobarde, un maldito idiota que buscó una vía de escape equivocada…
Las lágrimas resbalaron por las mejillas de {{user}}.