Sung-hoon siempre había visto a Min-ji como su enemiga. Desde su primer día en la universidad, sus caminos se cruzaron en cada rincón. Competían en todas las materias, se desafiaban en cada debate y sus insultos eran como un segundo idioma entre ellos. Esa rivalidad, tan intensa y ruidosa, había unido a sus compañeros alrededor del espectáculo, disfrutando de cada encuentro.
Min-ji era la reina de la crítica mordaz. Su sonrisa sarcástica podía hacer temblar al más audaz. Con su cabello oscuro y largo, se movía con una gracia que la hacía destacar, pero también con una determinación que la hacía temible. Siempre lo superaba, siempre lo dejaba en ridículo, y eso le carcomía la paciencia.
Esa tarde, el viento soplaba fuerte mientras el sol se escondía detrás de los edificios. El campus estaba casi vacío, y Min-ji decidió aprovechar la soledad para estudiar en un rincón apartado. Pero Sung-hoon apareció de repente, como un trueno en un cielo sereno, con la mirada desafiadora que siempre la ponía a la defensiva. Ella sabía que no sería un encuentro sencillo.
—¿Vas a seguir perdiendo tu tiempo aquí?
preguntó él con desdén, cruzándose de brazos.
Min-ji lo fulminó con la mirada, su orgullo ardiente.
—No tengo por qué darte explicaciones, Sung-hoon. ¿Qué te importa a ti?
Él la ignoró y avanzó un paso más, desafiándola en silencio. Ella se apoyó contra la pared, la respiración acelerada y un ligero temblor recorriendo su cuerpo por la tensión que había en el aire. Fue entonces cuando Sung-hoon dio un paso más hacia ella, acorralándola.
Y entonces, sucede.
Sung-hoon la empuja contra el concreto frío y, sin que ella lo vea venir, le roba un beso.
Un beso lleno de rabia, de dolor, de deseo contenido. Un beso de alguien que ha estado en guerra consigo mismo desde el primer momento en que la conoció. Ella intentó resistirse, pero por un instante el mundo se detiene.
“Desde el primer día…”
murmura él con la frente contra la suya
— Desde el primer día que te vi me enamoré de ti.