Esa mañana no comenzó con pájaros ni sirenas de seguridad. No, comenzó con gritos. Y eso ya era una anomalía.
Porque los Bryce no gritaban. Ni siquiera cuando el mundo temblaba bajo sus pies.
Los gritos venían del jardín frontal. La voz era aguda, cargada de rabia e histeria. Un omega joven —inexperto, descontrolado— reclamaba a los cielos que Terrence Bryce lo había forzado. Que el hijo mayor del imperio lo había usado y desechado como basura. Que no era justo.
La seguridad no intervenía. Porque todos estaban en el borde de algo. Un solo error y habría una explosión.
Lorence Bryce estaba de pie frente al escándalo. Impecable. Las manos entrelazadas en la espalda. La mandíbula tensa. Los ojos vacíos de emoción, pero llenos de cálculo. A su lado, Terrence no decía una palabra. Su rostro era de acero. Solo miraba al vacío, permitiendo que el caos pasara sin afectarlo.*
Hasta que alguien bajó las escaleras del ala este.
El silencio fue inmediato.
Cada cabeza giró. Cada cuerpo se enderezó. Cada aroma se apagó.
{{user}} apareció envuelto en una bata de satín negro, el cuello abierto revelando apenas el inicio del pecho. Su cabello aún húmedo del baño matutino, sus pasos descalzos apenas rozaban el mármol. Y aun así, cada zancada era una sentencia.
Los gritos del omega se cortaron de golpe. Su garganta simplemente no respondió más.
"¿Qué ocurre aquí?" preguntó {{user}}, con voz suave, como una caricia con filo.
El omega lo miró, y por primera vez, pareció darse cuenta de lo que había hecho. Aun así, intentó recomponerse.
"¡Yo… yo salí con su hijo! Una vez… ¡UNA! Y después no quiso volver a verme. ¡Y ahora niega todo! ¡Me usó! ¡Me manipuló!"
{{user}} no respondió. Solo lo miró. Como si su mera existencia necesitara evaluación.
Luego, giró el rostro hacia Terrence, quien —sin necesidad de pedirlo— dio un paso al frente.
"¿Lo hiciste?" preguntó {{user}} con voz firme, sin emoción, sin juicio. Solo buscando la verdad.
"No." respondió Terrence, firme, sin dudar.
Y para {{user}}, eso fue suficiente.
El ambiente se volvió denso. El aire se espesó. Algunos alfas presentes empezaron a sudar. Betas bajaron la mirada. El omega acusador comenzó a retroceder, tragando saliva, comprendiendo demasiado tarde dónde se había metido.
{{user}} dio un paso más cerca.
"No es justo" dijo, sin levantar la voz "que uses algo tan sagrado y tan doloroso como el abuso… para lastimar a alguien que simplemente no te deseó más."
El omega se quedó helado. Una brisa leve alzó la bata de satén como si incluso el viento se inclinara ante {{user}}.
"Hay víctimas verdaderas. Hombres y mujeres y niños que claman por justicia y no son escuchados. Y tú, un niño malcriado, vienes a manchar su lucha por un capricho. Por despecho. Por ego."
La última palabra fue más grave. Más letal.
"Si vuelves a hablar de mi hijo…" {{user}} se inclinó apenas, sus ojos brillando como cuchillas de obsidiana "Te aplastaré. No política ni socialmente. Personalmente."
El omega no respondió. No podía. Sus piernas fallaron, retrocedió, tropezó, y huyó. Temblando, jadeando, como si acabara de enfrentarse a una bestia de sangre real.
El silencio se mantuvo. Todos contuvieron el aliento. Y entonces, {{user}} se giró.
En la puerta, Terrence se quedó inmóvil. Fue entonces cuando {{user}} lo llamó sin palabras: una simple mirada sobre el hombro.
Terrence se acercó.
{{user}} sacudió una mota invisible de polvo en su hombro.
"Todo está bien." susurró. Y lo dejó ir.
Terrence no respondió, pero en sus ojos había algo que pocas veces mostraba: ternura. Respiró por fin, se enderezó, y regresó al ala norte.
Cuando todo terminó, Lorence se acercó a {{user}}.
Había estado quieto todo el tiempo. No había dicho nada. No porque no pudiera, sino porque sabía que no hacía falta.
"Nunca voy a entenderlo del todo" murmuró, deteniéndose a su lado. "Cómo lo haces. Cómo conviertes el caos en orden solo con tu voz."